“Lie to me” es una serie norteamericana que se transmite por el canal de cable Fox. El personaje principal es un científico que trabaja como investigador para la policía. ¿Cuál es su método? Muy sencillo: lee los rostros, los cuerpos, los gestos. No presta atención a las palabras porque parte de la premisa siguiente: todas las personas siempre mienten. De modo tal que cuando la policía ha interrogado a los supuestos culpables y tiene dudas sobre su inocencia recurre a este investigador que se vale del video para analizar cada gesto, cada movimiento. En una pantalla gigante reproduce la imagen muchas veces quitándole la voz y congelando la escena. Están categorizados muchísimos gestos: odio, ira reprimida, miedo, ansiedad, etc. Pueden manifestarse con un rictus muy leve en los labios, un movimiento de hombros imperceptible, un ceño fruncido o un llevar las manos hacia atrás o hacia delante.
Lo interesante del procedimiento de este investigador es que también utiliza la mentira y la simulación para poner en evidencia la mentira muy encubierta de los supuestos culpables. A mí esta serie nueva me apasiona porque pone en tela de juicio todo el andamiaje de las palabras que son la base de la cultura occidental. Con las palabras encubrimos y mentimos pero nuestros cuerpos no nos dejan mentir completamente, con lo que se demuestra que la mentira jamás puede abrirse camino ni tener un lugar genuino en el mundo. Resulta más que interesante ver a este hombre mirando fijamente a sus interlocutores o poniendo en evidencia en la calle a personas que simulan situaciones o identidades falsas. Inevitablemente estas historias ficcionales nos hacen volver hacia nosotros mismos y ver hasta qué punto hemos utilizado mecanismos burdos, mecanismos que se nos presentan burdos gracias a que han sido puestos sobre el tapete. Podemos decir que la mentira social o piadosa ha sido aceptada de alguna manera, pero es un error ya que cuando decimos algo que en lo profundo de nosotros sabemos que no es verdad, nos escindimos y eso produce una huella en nuestro cerebro, así retrasamos nuestro camino hacia la búsqueda de esa unidad que ya somos en esencia, pero que aún no se ha manifestado y que se manifestará inevitablemente cuando alcancemos más conciencia, más luz sobre nuestra genuina naturaleza. Mentir aún en un grado ínfimo no es bueno. Los trabajos de evolución de la conciencia promueven que cada día evitemos hasta la más mínima mentira como un ejercicio de revelación. Si ejercitamos un doblez en un plano como este de la tercera dimensión o mundano, estamos haciendo extensiva la energía hacia otros planos, suponemos que sólo hemos creado una falsedad hacia fuera, pero esa falsedad se extiende hacia zonas ocultas de nosotros mismos, del mismo modo que el cuerpo nos delata ese doblez que aparece entre nuestras palabras y nosotros cuando decimos una mentira. La Verdad es la Verdad y necesita de una mente luminosa y un corazón limpio para hacerse presente.
Lo interesante del procedimiento de este investigador es que también utiliza la mentira y la simulación para poner en evidencia la mentira muy encubierta de los supuestos culpables. A mí esta serie nueva me apasiona porque pone en tela de juicio todo el andamiaje de las palabras que son la base de la cultura occidental. Con las palabras encubrimos y mentimos pero nuestros cuerpos no nos dejan mentir completamente, con lo que se demuestra que la mentira jamás puede abrirse camino ni tener un lugar genuino en el mundo. Resulta más que interesante ver a este hombre mirando fijamente a sus interlocutores o poniendo en evidencia en la calle a personas que simulan situaciones o identidades falsas. Inevitablemente estas historias ficcionales nos hacen volver hacia nosotros mismos y ver hasta qué punto hemos utilizado mecanismos burdos, mecanismos que se nos presentan burdos gracias a que han sido puestos sobre el tapete. Podemos decir que la mentira social o piadosa ha sido aceptada de alguna manera, pero es un error ya que cuando decimos algo que en lo profundo de nosotros sabemos que no es verdad, nos escindimos y eso produce una huella en nuestro cerebro, así retrasamos nuestro camino hacia la búsqueda de esa unidad que ya somos en esencia, pero que aún no se ha manifestado y que se manifestará inevitablemente cuando alcancemos más conciencia, más luz sobre nuestra genuina naturaleza. Mentir aún en un grado ínfimo no es bueno. Los trabajos de evolución de la conciencia promueven que cada día evitemos hasta la más mínima mentira como un ejercicio de revelación. Si ejercitamos un doblez en un plano como este de la tercera dimensión o mundano, estamos haciendo extensiva la energía hacia otros planos, suponemos que sólo hemos creado una falsedad hacia fuera, pero esa falsedad se extiende hacia zonas ocultas de nosotros mismos, del mismo modo que el cuerpo nos delata ese doblez que aparece entre nuestras palabras y nosotros cuando decimos una mentira. La Verdad es la Verdad y necesita de una mente luminosa y un corazón limpio para hacerse presente.
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Imagen superior izquierda: obra de Kandinsky
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