Recordaba un documental en el que se mostraba a seres de la época de piedra, se veía el choque producido en el contacto entre el llamado hombre Neandertal y el Cromagnon, dos momentos evolutivos diferentes, partes de un mismo proceso, pero uno sobrevive al otro para dar rienda suelta a la cadena que nos trae hasta nosotros. Pensé también en el choque de culturas que se produjo ente Cristóbal Colón con su tripulación y los habitantes originarios de América: estupor, miedo, confusión, dos mundos enfrentados, dos visiones. Dos culturas que se miraban descubriéndose. Sospecho que algo parecido está ocurriendo en la actualidad, aunque ya no en un plano estrictamente cultural. Las personas como nunca antes participan de la desestructuración del modelo patriarcal basado en una autoridad puesta fuera de su persona, al que era preciso obedecer. Esa autoridad podía estar encarnada en la figura de un pater familia, de un líder religioso o de un monarca, por citar algunos ejemplos. El concepto de saber y de poder se ido modificando profundamente en los últimos años, de modo que personas que antes coincidían, hoy se sienten lejanas entre sí. Han cambiado sus paradigmas o sistemas de creencias y como tal sus intereses, su manera de sentir y de ver el mundo. Y debido a que nos acercamos o alejamos de la gente por razones que no conocemos totalmente, de pronto nos entristecemos porque tal amigo ya no está con nosotros, porque aquella o aquel compañero de la escuela se alejó. Lo mismo ocurre con los matrimonios y ni hablar de la relación entre padres e hijos, dado que se producen saltos generacionales cada vez más intensos.
Al ver a una persona captamos su campo vibracional, esto se produce inconscientemente. Sentimos afinidad con nuestras propias vibraciones o desarmonía, luego utilizamos la razón para explicarlo y encontramos sin duda una serie de motivos, pero lo verdaderamente importante es que las creencias del otro marcan el pulso de sus vibraciones que tienen o no la misma longitud de onda que las mías. Tengo la impresión de que estamos viviendo un entrecruzamiento monumental de paradigmas distintos y eso nos crea mucha confusión. Tenemos que tenernos paciencia a nosotros mismos y ser comprensivos con los demás. Estamos todos en un proceso de transformación, los afectos siguen estando, la esencia de la gente no cambia, cambian momentáneamente sus vibraciones buscando elevar su frecuencia. Por eso muchas veces la respuesta frente a esta falta de sincronización es la huida, el desconocimiento del otro, el alejamiento necesario. Se produce como una especie de alelamiento, de sorpresa y no es posible el intercambio, atrás quedaron aquellas discusiones y largas charlas apoyadas en el razonamiento. Quizá como estamos en un período de aprendizaje no logramos sostener por demasiado tiempo una frecuencia más alta y subimos y bajamos, somos como esos niños que comienza a caminar y trastabillan y se caen pero caminarán con fluidez y seguridad en el futuro. Nos parecemos bastante a aquellos seres humanos de la edad de piedra por supuesto, en otro nivel de nuestra evolución. Mirar para atrás en este caso resulta útil: la evolución es una constante, estamos en un estadio sutil de ese proceso evolutivo. Estamos aquí viviéndolo y somos los protagonistas.
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