Charlando con una amiga comentábamos este proceso que comúnmente se está dando en las relaciones humanas: la disolución repentina de antiguas amistades. No se trata de peleas ni discusiones sino de esa sensación certera de que lo que antes se sentía como sólido se disuelve. Así mi amiga me decía que de pronto aquellas compañeras de la escuela primaria, tan cercanas a su corazón, se le volvieron extrañas. Tendemos a valorar las amistades cultivadas durante años y es un buen gesto hacia el amor construido y conservado. Pero ocurre que en estos tiempos las personas cambiamos con mayor frecuencia debido a que estamos en procesos de evolución diferentes. Yo no me atrevería a decir que unos evolucionan más que otros, sino que todos vamos haciendo un camino hacia el mismo lugar pero escogemos sendas distintas. En realidad no estamos alejados, formamos parte de un mismo proceso, claro que en medio de esta suerte de coctelera hay un disturbio. Tarde o temprano nos volveremos a encontrar. Lo que sí es importante es no cristalizar relaciones, ser fieles a lo que nos dice el propio corazón y aceptar alejamientos transitorios o no tan transitorios como parte de la corriente de la vida. El mayor error consistiría en juzgar al amigo o amiga si es este el que toma la iniciativa de alejarse, culparlo o hacerlo responsable, en todo caso esa persona está dando respuesta a un movimiento de la energía que nos involucra. Posiblemente ese amigo o amiga realizó una acción que luego iba a estar también en nuestro corazón. Estos son momentos especiales en la historia de la humanidad. Recuerdo que mis abuelos que murieron hace poco, los dos muy cercanos a los cien años, tuvieron “amigos de toda la vida”, eso habla bien de ellos, sin duda, aunque también hace mención a una época en la que las personas no cambiaban demasiado. A partir de la década del sesenta y del setenta del siglo pasado comenzaron a resquebrajarse modelos rígidos de pensamiento y de comportamiento, empezamos a ir al psicólogo o psicoanalista para revisar nuestras creencias y luego continuamos con otro tipo de indagaciones. Para mis abuelos esto era prácticamente inconcebible. El sistema patriarcal establecía las pautas desde afuera, era el modelo el que se imponía a los sentimientos individuales, ahora estamos viviendo el nacimiento del ser interior y a esa demanda profunda debemos responder, no a las pautas externas establecidas sin discriminación de un modo fijo. De modo que las relaciones humanas están sometidas a los cambios de paradigma, lógicamente. Además, con el ingreso de Plutón en el signo de Capricornio, esto se ha revitalizado. Plutón viene a mover lo cristalizado generalmente en planos sociales y Capricornio es un signo de tierra que tiende a estructurar. De modo que lo que se está movilizando son las estructuras de aquello que no tiene bases sólidas. Cuando Plutón estuvo en Sagitario trabajó sobre lo característico de sagitario, la búsqueda de trascendencia y muchos fueron despertados, ahora con Plutón en Capricornio lo que se vulnera es lo que se apoya en una falsedad, en una estructura sin sostén. Así instituciones, partidos políticos y religiosos, grupos de cualquier tipo y amistades moverán sus estructuras para encontrar la verdad. De eso se trata, de vivir en la verdad, la verdad que indica nuestro corazón y no lo estipulado por una autoridad terrenal que como tal debe ser cuestionada. A escuchar el propio corazón para encontrar la propia verdad. Y que todos la encontremos, o mejor dicho, que nos encontremos a nosotros mismos.
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La foto del ángulo superior izquierdo fue tomada en 1956 por Robert Dimas
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