Estaba hablando con mi amigo el escritor Enrique Solinas y de pronto él me hace un comentario sobre la conducta o el modo de proceder de ciertas personas. Me dice:
- En realidad es gente que está casada consigo misma.
Entiendo enseguida lo que quiso decirme, hablábamos de personas que por cierto grado de vanidad están más enamoradas de un ideal de sí mismas, no hablaba del amor genuino y necesario hacia el propio ser que deviene en unidad. Mi amigo me estaba hablando de la dualidad pero de un modo que me hizo reflexionar, no lo había pensado nunca de así. Se refería a personas que se hacen una idea de lo que ellas creen que son y se apegan a esa idea.
-Claro- continúa diciéndome Enrique- Ama a una versión de sí mismo, por eso no puede amar a nadie más.
-Pero ama- le digo- a una construcción mental que hizo de sí mismo. A eso se lo llama ego.
Sin querer estábamos armando un rompecabezas en esa tarde lluviosa de domingo a través de un teléfono. El ego es una construcción de la mente y por lo tanto, no existe, en tanto es mental no es permanente. Lo que me pareció muy interesante fue que mi amigo hablara de desdoblamiento, de algo creado por la propia persona, absolutamente ilusorio, que se convierte en objeto de atención. No necesité mucho para asociar mente con ego y todo esto con dualidad. Pero habíamos puesto la palabra “amor” en el medio y eso era precisamente lo que no cuadraba, porque la mente no está vinculada al amor, el amor integra, la mente separa.
-Digamos que esa gente – agregó mi amigo- está casada consigo misma pero no está satisfecha, vive en el vacío.
-Entonces se trata de un matrimonio disfuncional.
Fuera de la ironía o la broma, no estaba mal lo que yo había dicho. Estar casada o casado con una ilusión, producto de la dualidad propia de la mente y vivir en el vacío. ¿No es acaso todo lo que el ego hace? No nos crea una ilusión de unión que no es tal sino que es un simple apego, una operación mecánica de la mente dual. Me quedé pensando que eso es el ego, una especie de trampa y como está ha surgido de la dualidad no se sostiene, su equilibrio es altamente inestable.
Lo que permanece es lo nacido de la conexión con el ser interno, la mente interviene poco y nada en esta operación. Digamos que no es el actor principal sino subsidiario.
Sabemos que los artistas tenemos un ego grande porque en el ego se refugia la creatividad, y creo que el mayor desafío de un artista es convivir con su ego, si lo dejamos crecer mucho se convierte en una sombra que nos aplasta y nos tuerce el camino no sólo de hacia nuestro ser interno sino al resultado de una genuina creatividad. ¿El ego es una sombra gigantesca que alimentamos con mentiras? ¿El ego es un compañero desafortunado que finalmente nos hace demasiada sombra? ¿El ego es el pariente pobre de nuestra vida disfrazado de ricachón? Lo primero que me surgió es que si hay amor el ego se repliega, que crece mucho cuando nos alejamos de la fuente básica, de ese Dios interno que todo lo sustenta y cuanto más nos alejamos más necesitamos compensar con algo que ocupe su sitio, entonces nace esa réplica burda de lo que creemos que somos: nuestro ego. Y cuanto más nos aferramos a él más soledad y vacío encontramos. El fortalecimiento del ego es un camino equivocado, es una torcedura en el camino hacia la verdad interior. Es, como dijimos con Enrique, un matrimonio disfuncional.
- En realidad es gente que está casada consigo misma.
Entiendo enseguida lo que quiso decirme, hablábamos de personas que por cierto grado de vanidad están más enamoradas de un ideal de sí mismas, no hablaba del amor genuino y necesario hacia el propio ser que deviene en unidad. Mi amigo me estaba hablando de la dualidad pero de un modo que me hizo reflexionar, no lo había pensado nunca de así. Se refería a personas que se hacen una idea de lo que ellas creen que son y se apegan a esa idea.
-Claro- continúa diciéndome Enrique- Ama a una versión de sí mismo, por eso no puede amar a nadie más.
-Pero ama- le digo- a una construcción mental que hizo de sí mismo. A eso se lo llama ego.
Sin querer estábamos armando un rompecabezas en esa tarde lluviosa de domingo a través de un teléfono. El ego es una construcción de la mente y por lo tanto, no existe, en tanto es mental no es permanente. Lo que me pareció muy interesante fue que mi amigo hablara de desdoblamiento, de algo creado por la propia persona, absolutamente ilusorio, que se convierte en objeto de atención. No necesité mucho para asociar mente con ego y todo esto con dualidad. Pero habíamos puesto la palabra “amor” en el medio y eso era precisamente lo que no cuadraba, porque la mente no está vinculada al amor, el amor integra, la mente separa.
-Digamos que esa gente – agregó mi amigo- está casada consigo misma pero no está satisfecha, vive en el vacío.
-Entonces se trata de un matrimonio disfuncional.
Fuera de la ironía o la broma, no estaba mal lo que yo había dicho. Estar casada o casado con una ilusión, producto de la dualidad propia de la mente y vivir en el vacío. ¿No es acaso todo lo que el ego hace? No nos crea una ilusión de unión que no es tal sino que es un simple apego, una operación mecánica de la mente dual. Me quedé pensando que eso es el ego, una especie de trampa y como está ha surgido de la dualidad no se sostiene, su equilibrio es altamente inestable.
Lo que permanece es lo nacido de la conexión con el ser interno, la mente interviene poco y nada en esta operación. Digamos que no es el actor principal sino subsidiario.
Sabemos que los artistas tenemos un ego grande porque en el ego se refugia la creatividad, y creo que el mayor desafío de un artista es convivir con su ego, si lo dejamos crecer mucho se convierte en una sombra que nos aplasta y nos tuerce el camino no sólo de hacia nuestro ser interno sino al resultado de una genuina creatividad. ¿El ego es una sombra gigantesca que alimentamos con mentiras? ¿El ego es un compañero desafortunado que finalmente nos hace demasiada sombra? ¿El ego es el pariente pobre de nuestra vida disfrazado de ricachón? Lo primero que me surgió es que si hay amor el ego se repliega, que crece mucho cuando nos alejamos de la fuente básica, de ese Dios interno que todo lo sustenta y cuanto más nos alejamos más necesitamos compensar con algo que ocupe su sitio, entonces nace esa réplica burda de lo que creemos que somos: nuestro ego. Y cuanto más nos aferramos a él más soledad y vacío encontramos. El fortalecimiento del ego es un camino equivocado, es una torcedura en el camino hacia la verdad interior. Es, como dijimos con Enrique, un matrimonio disfuncional.
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