lunes, 15 de noviembre de 2010

UN CAMINO HACIA LA INOCENCIA

Mural del barrio de Villa Urquiza- Ciudad de Buenos Aires

La frase vino sola, de inmediato a mi pensamiento: El camino espiritual es un camino hacia un estado de inocencia. En realidad es un camino entendido hacia delante, pero es hacia algo que ya conocemos, y en realidad no es un camino hacia atrás aunque ese lugar ya haya sido visitado por nosotros, es un camino hacia adentro donde nuestra inocencia perdida que no está perdida, quedó sepultada. Supongo que se trata de tener ese estado de conciencia que tienen los niños en el que no se cualifica, no se juzga, no se mide. No se refiere a ese concepto decimonónico que concebía a los niños puros, irreales luego barrido por Freud, no, se refiere a un modo de percibir la realidad que es propia de los niños.
Si apoyamos todo nuestro esfuerzo para crecer en este terreno del conocimiento espiritual a través de lecturas, es decir si nos abocamos únicamente a un conocimiento libresco, tarde o temprano le damos el comando a nuestra mente porque desarrollamos esa capacidad y apuntamos a fortalecerla, si no hay vivencia no hay aprendizaje real y la mente fortalecida o manejándolo todo es el camino de la dualidad, instalados allí los celos, la competencia, la envidia y la falta de paz interior se apoderan de nosotros. La mente opera de modo mecánico, acumula, suma, amontona y promueve la ansiedad. Para la mente hay pasado y hay futuro, el presente absoluto es el espacio del ser. Ese es un encierro que nos llevara a ver el mundo en su aspecto dual, en su lucha, su enfrentamiento porque la mente así lo codifica todo. Pero eso que vemos no es el mundo, será en todo caso la proyección de nuestro modo de percepción. Nos convertiremos en personas cínicas que ven los dobleces en todas partes. Nada más lejos de un estado de inocencia, estaremos cargados de juicios y prejuicios. Buscando respuestas fortalecimos el ego y nos distanciamos más del niño interior. Es fácil desviarse del camino tomando el rumbo de lo mental ya que toda nuestra cultura apunta a un conocimiento intelectual y ese es lo que hemos incorporado como idea de aprendizaje. Se trata de una de las tantas trampas del ego. Ego y mente son sinónimos. Un aprendizaje vivencial en el que se integren todos nuestros cuerpos puede resultar más lento, pausado, largo, pero es el camino genuino. La mera información no es conocimiento aunque se disfrace de tal, puede llevarnos a creer que estamos en una posición privilegiada cuando lo único que ha hecho es endurecernos, parcializarnos, limitarnos. Por eso los Maestros espirituales insisten en que no abandonemos las prácticas cotidianas, sean estas meditación, oración, canto o aquellas que incluyen al cuerpo para dominar la mente. La inocencia como estado de la conciencia es sencilla pero no es un bien que se consigue rápido y barato como esas mercancías que nos venden por ahí.