viernes, 24 de julio de 2009

AMISTADES

Charlando con una amiga comentábamos este proceso que comúnmente se está dando en las relaciones humanas: la disolución repentina de antiguas amistades. No se trata de peleas ni discusiones sino de esa sensación certera de que lo que antes se sentía como sólido se disuelve. Así mi amiga me decía que de pronto aquellas compañeras de la escuela primaria, tan cercanas a su corazón, se le volvieron extrañas. Tendemos a valorar las amistades cultivadas durante años y es un buen gesto hacia el amor construido y conservado. Pero ocurre que en estos tiempos las personas cambiamos con mayor frecuencia debido a que estamos en procesos de evolución diferentes. Yo no me atrevería a decir que unos evolucionan más que otros, sino que todos vamos haciendo un camino hacia el mismo lugar pero escogemos sendas distintas. En realidad no estamos alejados, formamos parte de un mismo proceso, claro que en medio de esta suerte de coctelera hay un disturbio. Tarde o temprano nos volveremos a encontrar. Lo que sí es importante es no cristalizar relaciones, ser fieles a lo que nos dice el propio corazón y aceptar alejamientos transitorios o no tan transitorios como parte de la corriente de la vida. El mayor error consistiría en juzgar al amigo o amiga si es este el que toma la iniciativa de alejarse, culparlo o hacerlo responsable, en todo caso esa persona está dando respuesta a un movimiento de la energía que nos involucra. Posiblemente ese amigo o amiga realizó una acción que luego iba a estar también en nuestro corazón. Estos son momentos especiales en la historia de la humanidad. Recuerdo que mis abuelos que murieron hace poco, los dos muy cercanos a los cien años, tuvieron “amigos de toda la vida”, eso habla bien de ellos, sin duda, aunque también hace mención a una época en la que las personas no cambiaban demasiado. A partir de la década del sesenta y del setenta del siglo pasado comenzaron a resquebrajarse modelos rígidos de pensamiento y de comportamiento, empezamos a ir al psicólogo o psicoanalista para revisar nuestras creencias y luego continuamos con otro tipo de indagaciones. Para mis abuelos esto era prácticamente inconcebible. El sistema patriarcal establecía las pautas desde afuera, era el modelo el que se imponía a los sentimientos individuales, ahora estamos viviendo el nacimiento del ser interior y a esa demanda profunda debemos responder, no a las pautas externas establecidas sin discriminación de un modo fijo. De modo que las relaciones humanas están sometidas a los cambios de paradigma, lógicamente. Además, con el ingreso de Plutón en el signo de Capricornio, esto se ha revitalizado. Plutón viene a mover lo cristalizado generalmente en planos sociales y Capricornio es un signo de tierra que tiende a estructurar. De modo que lo que se está movilizando son las estructuras de aquello que no tiene bases sólidas. Cuando Plutón estuvo en Sagitario trabajó sobre lo característico de sagitario, la búsqueda de trascendencia y muchos fueron despertados, ahora con Plutón en Capricornio lo que se vulnera es lo que se apoya en una falsedad, en una estructura sin sostén. Así instituciones, partidos políticos y religiosos, grupos de cualquier tipo y amistades moverán sus estructuras para encontrar la verdad. De eso se trata, de vivir en la verdad, la verdad que indica nuestro corazón y no lo estipulado por una autoridad terrenal que como tal debe ser cuestionada. A escuchar el propio corazón para encontrar la propia verdad. Y que todos la encontremos, o mejor dicho, que nos encontremos a nosotros mismos.
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La foto del ángulo superior izquierdo fue tomada en 1956 por Robert Dimas

lunes, 13 de julio de 2009

LA IMPORTANCIA PERSONAL


En la película “Creer es crear”, Santiago Pando comienza diciendo que cuando él se encontraba embarcado en la pelea mundana y el éxito estaba demasiado ocupado en creerse importante como para poder sentirse feliz. Hace unos días en un programa televisivo una señora española comenta algo así: Los funcionarios son servidores públicos, lamentablemente buscan ser importantes en vez de ser necesarios.
En el comentario de Santiago Pando podemos afirmar que felicidad se opone a importancia personal. No es muy difícil de entender: si mi meta es perseguir una imagen inflada de mí misma, estoy huyendo del presente, hasta podría afirmarse que dejo de ocupar mi cuerpo porque en este vértigo por perseguir una imagen, una deber ser establecido desde afuera, pierdo mi dimensión personal y mis necesidades. Es bastante parecido a estar drogado, aquí la droga no es una sustancia dura como el alcohol o la cocaína o una sustancia blanda como el tabaco o la comida sino que el objeto adictivo es un ego inflado. Los síntomas de un ego inflado no son tan diferentes a los de un adicto de otra clase: no percibe los matices, no registra a las otras personas y sus requerimientos humanos, vive atropelladamente, confunde las prioridades, tiene un mecanismo mental obsesivo es decir dual. Quizá la adicción al ego sea más perjudicial porque está aceptada socialmente y es mentira que no tiene efectos secundarios en la salud. ¿Acaso la cantidad de ataques al corazón de los gerentes de las grandes empresas no son el resultado de la exigencia de llegar cada vez más arriba en un estado de competencia extrema?
La búsqueda de importancia personal aparece como un paliativo ante la ausencia de amor. Cuando hay amor no hay adicción. Una de las definiciones de adicción es “estar pegado a” y otra es no poder verbalizar aquello que me ocurre interiormente, es decir no llegar a simbolizar un estado de ánimo, un nivel de conciencia, debido a que estoy apegado y no tengo la distancia suficiente para ver el panorama general. Todos, en mayor o menor medida en algún aspecto de nuestra vida, estamos embriagados de ego porque aún falta amor, esa energía equilibrante, reparadora y nutritiva.
Capítulo aparte merece el comentario de la mujer española. Es un tema muy amplio y profundo este de los servidores públicos y su “carrera” política. Hemos vivido tanto en la separación y en la dualidad que creamos esta división entre nosotros y quienes nos representan para decidir sobre nuestros bienes y legislaciones. Cuando nuestro nivel de conciencia ascienda un poco más no sólo tendremos mejores gobernantes que expresarán lo que somos en verdad sino que no será necesario recurrir al sistema de la representación. Si ellos están embriagados de ego es porque nosotros también lo estamos en algún nivel, quizá en otra proporción. Y ellos están allí para señalarnos algo que necesitamos revisar en nuestro interior. El afuera, una vez más, es nuestro interior expandido.
Las manifestaciones de esta importancia personal son muy amplias, abarcan desde un abuso de poder, la vanidad extrema y la apariencia hasta otras menos evidentes como hablar de uno mismo y de las propias ideas desmedidamente invadiendo el campo energético de otra persona, no tener en cuenta el estado emocional de un amigo, no escuchar, no ver, sentir o creer que nuestras ideas o nuestras posturas espirituales son más acertadas que las de otros, aunque estas son más leves muestran una tendencia que nos ubica en el lado opuesto de la compasión o, en otras palabras, la misericordia que es el camino para encontrarme con el otro ser humano. Son dos líneas opuestas, hay que abandonar una para poder encaminarse hacia la otra y la autobservación es la llave para alcanzar un grado mayor de conciencia. Y para eso necesitamos desembriagarnos de ese añejo sentido de importancia personal.

domingo, 5 de julio de 2009

SENTIDOS DE TRASCENDENCIA


El conocido o divulgado sentido de trascendencia es el que se encuentra en todas las religiones del mundo y es el que sostiene que el cuerpo es un envoltorio de una energía que existió antes de habitar este cuerpo y continuará existiendo después que abandone este cuerpo. Viene a mi memoria una frase de la escritora francesa Simone de Beauvoir que descreía de esto y dijo por ahí que ella y Sastre no encontrarían canaletas entre sus tumbas para encontrarse. Simone no creía en esta clase de trascendencia pero sí en otra no menos importante, que es la trascendencia que permite perdurar en el mundo a través de una obra, de un quehacer o labor que aporte algo a personas con las cuales quien las realizó no tuvo contacto ni conocimiento. Esta clase de trascendencia es la que surge de una actitud dhármica, de un sentido del deber con otros seres humanos, entonces alguien hace algo desinteresadamente sin esperar retribución, se trata de un simple dar o entregar en función del bien común. Y esa acción trasciende a la persona que la ejecutó, ya sea mejorando condiciones de vida de personas aún no nacidas o del planeta como organismo viviente. Es esta clase de sentido de la trascendencia con la que todos y cada uno de los seres humanos debemos comulgar. Lamentablemente la gran mayoría de las personas vive usufructuando los bienes recibidos sin actitud de retribución o compensación, sin la generosidad de brindar un servicio simplemente por el hecho de dar como un acto de agradecimiento ante la vida. Con este sentido de trascendencia simplemente alcanzaría para mejorar las condiciones de vida en nuestro planeta. Si cada persona al irse de este plano hubiese procurado mejorar lo que recibió y no rapiñarlo todo, ya bastaría para que la especie humana evolucionara más o más rápidamente.
Trascender: ir más allá. No implica sólo pensarnos como almas o energías sin tiempo que irán a otro nivel de existencia luego de dejar este de tres dimensiones, ya que nuestro cuerpo también es multidimensional. Percibimos únicamente nuestro cuerpo denso o físico, de modo tal que al no incluir nuestro cuerpo sutil desconocemos nuestras conexiones con otros planos en el aquí y en el ahora. Gracias a estos cuerpos sutiles poseemos otras formas de conocimiento que podemos detectar mediante nuestras corazonadas o intuiciones, claro que esta forma de conocimiento está adormecida, pero está presente porque están nuestros chakras haciendo fluir la energía sutil y funcionando como matriz de nuestro cuerpo físico. Así es que estamos trascendiendo todo el tiempo, aún antes de morir, mientras respiramos, vamos más allá de este cuerpo conectándonos con seres y energías de distintos planos. Al identificarnos con nuestro cuerpo físico perdemos la percepción de este hecho, de allí que las religiones propongan prácticas para activar esta conexión. Trascender entonces es inevitable, la cuestión es hacerlo consciente y vivir considerando nuestra trascendencia como un eje fundamental del estar aquí. No importa si nuestras creencias no adhieren a la idea de una energía preexistente y eterna, porque nuestra acción en el mundo producirá un efecto que afectará inevitablemente a otros de un modo constructivo o destructivo, inevitablemente siempre nuestras acciones nos trascenderán. Si nos hacemos responsables de eso otros seres, a quienes este cuerpo no contactará, se sentirán agradecidos. Y con eso se justifica una vida, que no es poca cosa.



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Obra de margen superior izquierdo: Tito de Francisco